Asistimos 6 personas, de Nueva York, California, Tenerife (España) y Argentina.
Leímos y trabajamos “El Mar”, de Ana María Matute del libro Los niños tontos.
Se comentó sobre el cambio de la perspectiva del narrador, que al principio juzga al protagonista (externo) y luego se pone dentro del niño (interno). Al principio tiene pena del niño y al final parece tener pena de los adultos. Uno de los participantes vio en el texto una gran metáfora sobre la muerte. Otra participante notó que se repiten imágenes: las orejas al principio están de espaldas a la ventana, el niño no está pendiente del exterior. Y luego vuelven a aparecer las orejas. También se habla dos veces de la caracola, el sonido. Y al final oye voces lejanas.
Es un texto complejo, que deja mucho para pensar. Se sugirió que si cambiamos la palabra “mar” por “muerte” el texto cobra mucho más sentido. Comentamos cómo la visión de los demás nos ayuda a comprender el texto de una forma diferente.
Otro asistente mencionó que las “orejas grandes” podrían significar un niño con una gran curiosidad, sin miedo a la vida y no la perspectiva de solamente un defecto físico.
Escribimos con la propuesta: “Escribe sobre un momento en el que tu perspectiva cambió”. En nuestros textos se habló de momentos en que cambiamos de ser (de médico a paciente) y como eso permitió aceptar que cada uno ve la vida de una manera diferente. También el modo en que los cambios de perspectiva permiten engrandecer nuestra visión del mundo. Se comentó la ventaja de hablar de ampliar la perspectiva en lugar de cambiarla. También se cuestionó el propio término de perspectiva desde una perspectiva ampliada. Se escribió bajo la sombra del texto sobre el miedo, el mar como anhelo y la niñez. Escribimos sobre las personas que nos han hecho pensar diferente. Escribimos sobre esos momentos en que la vida cambia y entonces cambia toda la visión sobre la vida. Una compañera nos recordó que todo texto es autobiográfico, parafraseando a Borges.
Aquí, ahora alentamos a los participantes que, si así lo desean, compartan lo que escribieron a continuación. Deja tu respuesta aquí, si deseas continuar la conversación sobre el cuento “El Mar”, de Ana María Matute. Pero antes, les recomendamos tener en cuenta que el blog es un espacio público donde, por supuesto, no se garantiza la confidencialidad.
Por favor, únase a nosotros en nuestra próxima sesión en español: El sábado 10 febrero a las 13 hrs. o a la 1 pm EST. También, ofrecemos sesiones en inglés. Ve a nuestra página de sesiones grupales virtuales.
EL MAR (Libro: Los niños tontos) por Ana María Matute
Pobre niño. Tenía las orejas muy grandes, y, cuando se ponía de espaldas a la ventana, se volvían encarnadas. Pobre niño, estaba doblado, amarillo. Vino el hombre que curaba, detrás de sus gafas. «El mar -dijo-; el mar, el mar». Todo el mundo empezó a hacer maletas y a hablar del mar. Tenían una prisa muy grande. El niño se figuró que el mar era como estar dentro de una caracola grandísima, llena de rumores, cánticos, voces que gritaban muy lejos, con un largo eco. Creía que el mar era alto y verde.
Pero cuando llegó al mar se quedó parado. Su piel, ¡qué extraña era allí! «Madre -dijo, porque sentía vergüenza-, quiero ver hasta dónde me llega el mar».
Él, que creyó el mar alto y verde, lo veía blanco, como el borde de la cerveza, cosquilleándole, frío, la punta de los pies.
«¡Voy a ver hasta dónde me llega el mar!». Y anduvo, anduvo, anduvo. El mar, ¡qué cosa rara!, crecía, se volvía azul, violeta. Le llegó a las rodillas. Luego, a la cintura, al pecho, a los labios, a los ojos. Entonces, le entró en las orejas el eco largo, las voces que llaman lejos. Y en los ojos, todo el color. ¡Ah, sí, por fin, el mar era de verdad! Era una grande, inmensa caracola. El mar, verdaderamente, era alto y verde.
Pero los de la orilla no entendían nada de nada. Encima, se ponían a llorar a gritos, y decían: «¡Qué desgracia! ¡Señor, qué gran desgracia!».

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